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El Bayern arrolla a pintores y peluqueros en el Mundial

Foto: Bayern de Múnich

Uno juega por gloria (y millones); el otro, por amor al balón y 2 mil euros al mes

Lo del domingo fue una auténtica paliza. En su estreno en el nuevo Mundial de Clubes de la FIFA 2025, el Bayern de Múnich pasó por encima del humilde (y totalmente amateur) Auckland City como una apisonadora. Diez a cero. Sí, diez. La mayor goleada en la historia del torneo. Pero más que el marcador, lo que dejó a todos con cara de póker fue el mensaje detrás de cada gol que se coló en la red.

Por un lado, un gigante europeo con presupuesto de Estado y una plantilla valorada en miles de millones. Por el otro, un grupo de profes, pintores, reponedores y peluqueros que entrenan cuando pueden, por las noches, haciendo malabares con su día a día.

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El contraste entre Bayern y Auckland es casi cruel

El Auckland City es amateur. Pero no en plan “medio profesional”, no; amateur de verdad. Sus jugadores cobran unos dos mil euros al mes como ayuda, ni siquiera como sueldo. Tienen sus curros, sus vidas, y aún así encuentran fuerzas para calzarse las botas y salir a jugar. Mientras Musiala, Coman o Müller viven en la élite absoluta, los del Auckland se parten el lomo entre clases, andamios, aulas y cortes de pelo.

Un marcador que grita desigualdad a los cuatro vientos

Diez a cero no es solo un resultado escandaloso. Y ojo, que nadie venga ahora con eso de que “es victimismo”. Tranquilos. Aquí no se trata de pedir limosna, ni favores, ni que la FIFA meta mano con leyes raras. No va por ahí. El tema es que el fútbol, una vez más, nos está enseñando el espejo roto del mundo real. Y el partido entre Bayern y Auckland nos lo restregó en la cara sin anestesia.

¿Se le fue la mano a la FIFA con este nuevo Mundial?

La FIFA quiso darle una vuelta de tuerca al Mundial. Lo agrandaron, metieron grupos, más equipos, más partidos, más todo. En la teoría, suena genial. Más representación, más emoción, más billetes. Pero en la práctica, ya empezamos a ver el pastel: la diferencia de nivel entre unos y otros es tan gorda como la burocracia de la propia FIFA. Y no es que los neozelandeses no tengan talento o garra, que la tienen.

El Auckland nos dejó algo que va más allá del resultado

Parece mentira decir esto después de comerse diez goles, pero el Auckland salió del campo más grande de lo que entró. Perdieron, claro. Pero dejaron al descubierto, sin buscarlo, una verdad incómoda: todavía quedan equipos que juegan por pasión, no por la pasta. Los del Auckland son héroes invisibles. Gente normal, de la de a pie, que corre detrás de un balón sabiendo que nunca tocará una copa. Gente que mantiene vivo el fútbol de barro, el de antes, el auténtico.

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¿Hace falta cambiar el sistema? Pues igual no…

Y aquí viene la parte que va a escocer a más de uno: a lo mejor el sistema no necesita cambiar.

Sí, lo has leído bien. El fútbol profesional es un negocio. Y como en todo negocio, los mejores tienen que estar en lo más alto. El Bayern se ganó su sitio, y si tiene que pasar por encima de quien sea, pues que lo haga. El problema no es que el Bayern sea enorme. El problema es vendernos la moto de que esto es una “competición”, cuando en realidad es un duelo entre dos mundos que no se tocan ni de casualidad.

¿Queréis darles espacio a los pequeños? Perfecto. Pero no nos vendáis que es una competición igualada. Ni los del Auckland se lo creían. Ellos solo querían salir del estadio sin pasar vergüenza. Y eso, en estos tiempos, ya es mucho pedir.

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