Vinícius, entre el talento y el descontrol

Vinicius y Mbappé. (Photo by Alvaro Medranda/Quality Sport Images/Getty Images)
Anoche, Vinícius volvió a dejar claro por qué es uno de los futbolistas más fascinantes —y a la vez más desconcertantes— del fútbol actual. Entró desde el banquillo y cambió el ritmo del partido. En un Real Madrid espeso, sin demasiadas ideas en ataque, el brasileño aportó lo que pocos pueden: electricidad, valentía y desborde. Cada vez que toca el balón, el partido se enciende. Y eso, por sí solo, ya es un valor incalculable. Vinicius es clave.
Pero su actuación ante el Getafe también dejó otra cara. Vinícius no solo genera peligro, también genera tensión. Provocó una expulsión, agitó al rival, y volvió a estar en el centro de la polémica por su forma de entender el juego y la rivalidad. Lo suyo es pasión pura, pero a veces esa pasión se desborda. Y cuando ocurre, su talento se mezcla con un exceso de gestos, protestas y roces que lo alejan de su mejor versión.
El brasileño es, sin duda, un jugador diferencial. Ningún otro futbolista del Real Madrid tiene su capacidad para romper defensas cerradas o convertir un balón perdido en una jugada de gol. Sin embargo, aún da la sensación de que juega contra todo: contra el rival, contra el árbitro y, en ocasiones, contra sí mismo. En partidos como el de anoche, en los que el conjunto blanco necesita cabeza fría, su impulso emocional puede ser tanto un arma como un riesgo.

El propio gesto de frustración que mostró al ser objeto de faltas demuestra que sigue sin encontrar el equilibrio entre la pasión y la serenidad. Su carácter competitivo es admirable, pero necesita entender que en el fútbol moderno, el control emocional es tan importante como la velocidad o la técnica.
Pese a todo, es innegable que cuando entra, cambia el guion. Su entrada al campo fue el punto de inflexión que el Madrid necesitaba. El equipo pasó de la impotencia a la amenaza constante, y aunque no marcó ni asistió, su simple presencia generó espacios y miedo en la defensa rival.
Vinícius no hizo su mejor partido, pero sí volvió a demostrar que el Real Madrid no se entiende sin él. A veces, eso es lo que diferencia a un buen jugador de un futbolista verdaderamente especial: incluso cuando no brilla, influye. Lo que le falta ahora no está en los pies, sino en la cabeza. Dominar el juego ya lo sabe hacer; lo que necesita es aprender a dominarse a sí mismo.
Cuando lo logre —y todo apunta a que lo hará—, no habrá defensa, árbitro ni ruido que pueda frenarlo. Y por ello, Vinicius es clave.
Autor: Alejandro
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