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El vestuario está rompiendo el proyecto de Xabi Alonso

Xabi Alonso, en el banquillo del Real Madrid

Xabi Alonso dando indicaciones (Photo by Denis Doyle/Getty Images)

El día en que Vinicius explotó ante todo el Santiago Bernabéu, el proyecto de Xabi Alonso empezó a derrumbarse. A partir de ese momento, nada volvió a ser igual. Pero, el club decidió mantenerse al margen. No intervino. No marcó líneas claras. Y dejó toda la gestión en manos del entrenador. Desde entonces, la autoridad de Xabi comenzó a diluirse. La identidad que había construido en pocas semanas también. Ese día se abrió una brecha. Y, lejos de cerrarse, ha ido creciendo.

Xabi Alonso llegó al Real Madrid con una misión muy clara. Por lo tanto quería un equipo reconocible. Un equipo moderno. Un equipo con una identidad marcada. En el club había cansancio. Demasiados años con Ancelotti y Zidane aplicando una gestión amable, con jerarquías intocables y decisiones muy consensuadas. Por eso, el Madrid decidió apostar por un entrenador diferente. Más joven y exigente. Pero, se buscaba un proyecto similar al de Arteta en el Arsenal. Y Xabi parecía encajar perfectamente. Venía de deslumbrar con el Leverkusen, un equipo campeón y lleno de futbolistas potenciados por él. Su idea era firme: no venía a adaptarse al vestuario. Venía a transformarlo.

Desde el primer día mostró su plan. Quería un equipo con riqueza táctica. Capaz de alternar varios sistemas. Pero con una base innegociable: presión alta y compromiso colectivo. Para lograrlo, tomó una decisión clave. Construir el equipo alrededor de Mbappé. Con futbolistas solidarios a su alrededor. Una estructura clara. Un mensaje contundente.

A la vez, lanzó un aviso directo a Vinicius: para jugar, había que correr. Hubo suplencias, rotaciones Y hubo mensajes a través del banquillo. Y, sorprendentemente, el equipo respondió. Mientras tanto, Bellingham estaba lesionado. Y ese contexto permitió que emergieran jugadores como Arda Güler o Mastantuono. Ambos fueron muy importantes para la presión. El argentino, sobre todo, era un soldado perfecto para el plan de Xabi.

Los resultados eran excelentes. Trece victorias en catorce partidos. Un inicio casi histórico. El juego no era brillante, pero sí fiable. Sin embargo, dentro del vestuario empezaba a crecer el malestar. Vinicius, Bellingham y Valverde mostraban dudas. Comenzaron las críticas internas. “Demasiados vídeos”. “Demasiada táctica”. “Demasiado trabajo”. Una guerra fría habitual en los grandes clubes.

Y entonces llegó el Clásico. El punto de ruptura fue cuando Vinicius explotó públicamente tras ser sustituido a veinte minutos del final. La imagen fue muy dura. El club no sancionó. No envió un mensaje contundente. Y Xabi quedó solo. A partir de ahí, perdió la batalla.

Desde ese día, el equipo dejó de presionar como antes. Además, Brahim y Mastantuono desaparecieron del once. Vinicius y Bellingham se convirtieron en intocables. Valverde dejó de ocupar la banda. En definitiva, Xabi pasó de ser entrenador a convertirse en gestor de egos.

Autor: Iván.

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