Chelsea gana, pero se lleva un susto del LAFC en el Mundial

Foto: Chelsea
El debut con victoria ante el LAFC sirvió más para espabilar que para celebrar
El Chelsea llegó al Mundial de Clubes con pinta de quien se sabe guapo, con el ego bien peinado y el pecho hinchado. Contra Los Angeles FC, cumplió con lo que se esperaba: ganó 2-0 con goles de Pedro Neto y Enzo Fernández. Pero ojo, que se fue del campo con cara de “¿qué ha pasado aquí?”. El marcador fue justo, el partido estuvo controlado… hasta que dejó de estarlo. Y ahí empezó la montaña rusa.
Porque claro, si quieres ser campeón del mundo, no puedes echarte la siesta en mitad del partido, sobre todo si el rival es técnicamente inferior. Y el Chelsea… pues eso, que se echó una cabezadita en la segunda parte. Se relajó. Casi le empatan. Y no se metió en un lío serio porque Bouanga, la estrella del LAFC, falló lo que no suele fallar. ¡Y mira que es fino el tío! Normalmente no perdona.
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Primera parte impecable del Chelsea
En los primeros 45 minutos, el Chelsea fue lo que uno espera de un campeón de Europa: serio, con cabeza y muy, muy quirúrgico. Aunque la pelota fue y vino bastante entre los pivotes y los centrales, el equipo no perdió la calma. Sin prisa pero sin pausa, fue encerrando al rival en su campo y eligiendo con mimo cuándo apretar el gatillo.
El gol llegó en un contraataque de manual. Pedro Neto, que estaba más enchufado que un enchufe, aprovechó el pase delicioso de Jackson que, por cierto, se marcó una jugada de escándalo tras un robo de Cucurella. Detallito: antes del gol ya habían metido miedo con robos de Caicedo y las carreras de Madueke.
Parecía un partidillo de entrenamiento. Todo bajo control. Pero los que llevamos años viendo fútbol sabemos que cuando parece todo tan fácil, lo peligroso está al acecho. El fútbol tiene esas cosas.
La segunda parte fue otro cuento para Chelsea
Nada más volver del descanso, el guión cambió. Entró Enzo para darle orden al centro del campo y Gusto ocupó el lateral derecho porque Reece James se marchó con tarjeta.
Pero ahí pasó algo. Con James fuera, la defensa perdió el norte. El Chelsea siguió teniendo la pelota, sí, pero ya no se protegía como antes. Y claro, el LAFC creció.
Bouanga, que ya había dado por saco en la primera parte, empezó a encontrar pasillos. Se plantó solo ante Sánchez y falló. Luego volvió a rozar el empate. El Chelsea, ganando, estaba como ese boxeador que ha recibido un buen derechazo en el mentón y finge que no pasa nada, pero por dentro va a trompicones.
Bouanga fue el nombre propio del partido
Si hay un nombre que hizo temblar al Chelsea, ése fue Denis Bouanga. Rápido, fuerte, con colmillo… un dolor de cabeza constante para los defensas ingleses. Leyó perfectamente dónde estaban las grietas y por poco no las aprovechó a lo grande.
Maresca tiene tarea atrás
Enzo Maresca ha demostrado que sabe armar un equipo moderno, con control de balón y movimientos bien pensados. Pero también ha quedado claro que tiene que dar un toque serio a su defensa. Porque si este Chelsea quiere levantar el trofeo, no puede permitirse estas siestas defensivas. Y menos con lo que viene.
El equipo tiene plantilla de sobra, nombres que pueden decidir partidos (Palmer, Enzo, Pedro Neto, Jackson) y una idea de juego clara. Pero si no ajusta atrás, el castillo se le puede venir abajo.
Pedro Neto, de lo mejor en ataque
El portugués fue la chispa en ataque. Abrió el marcador, generó peligro, combinó de lujo con Palmer y Jackson y ganó la mayoría de los duelos individuales. Pero, curioso, también falló en una cobertura defensiva que casi acaba en gol de Bouanga. Fue del cielo al borde del infierno en cuestión de minutos. Y eso resume bastante bien lo que fue el Chelsea en este partido.
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El resultado engaña al que solo mira el marcador
Ves el 2-0 y piensas: “Todo bajo control, estilo europeo, sin despeinarse”. Pero qué va. Fue un espejismo. El Chelsea dominó… hasta el descanso. Luego el partido fue como jugar a la ruleta rusa con la defensa: apretando el gatillo y esperando que no salte el plomo.
Tuvieron suerte los ingleses de que Robert Sánchez estuviera enchufado y de que Bouanga perdiera el ritmo justo cuando tenía el gol a tiro. Porque si llega a entrar ese empate, el cuento hubiera sido otro. Y con final amargo.