Habla ahora, Lamine

Durante la semana, Lamine Yamal habló. Y habló mucho, demasiado. En la Kings League, en tono de broma o de desafío, el joven del Barça soltó dardos hacia el Real Madrid que encendieron las redes: que si “roban”, que si “se quejan”, que si la última vez en el Bernabéu fue un “0-4”. Risas, titulares, aplausos del entorno azulgrana. Pero luego llegó el Clásico. Y ahí, donde las palabras dejan de importar, Lamine calló. Habla ahora Lamine.

El fútbol tiene una manera muy cruel de poner a cada uno en su sitio y Lamine últimamente no entiende muy bien eso. Yamal llegó al Bernabéu con la confianza de quien se siente llamado a marcar una época. Salió con la sensación de haber sido superado por el contexto, por el ruido y, sobre todo, por el propio peso de sus palabras. Porque cuando uno se atreve a provocar, tiene que responder en el campo. Y anoche, el campo habló más alto que él.

Su actuación fue discreta, casi invisible. Ni desborde, ni desparpajo, ni impacto. Lo que en la Kings League fue arrogancia y chulería, en el césped se transformó en timidez y desconexión. Y eso, viniendo de un jugador de su talento, no es solo decepcionante: es un aviso. En el fútbol de élite no basta con tener condiciones, hay que tener templanza, madurez y un sentido de responsabilidad que todavía no ha aprendido.

Nadie duda de su potencial, pero lo de esta semana ha sido un error de aprendizaje. Las bromas de Twitch o de Piqué no quedan en el olvido cuando llevas el escudo del Barça. Cada palabra se amplifica, cada gesto pesa, y cada provocación tiene un precio. Y cuando ese precio llega en forma de pitada, ridículo o derrota, ya no hay meme ni directo que lo maquille.

Lamine Yamal tiene todo para ser una estrella. Lo sabe él, lo sabe el Barça, lo sabe España. Pero si quiere ser grande de verdad, tendrá que entender que los grandes hablan después, no antes. Que la verdadera respuesta se da con el balón, no con la boca.

Ayer el Bernabéu no necesitó decirle nada. Bastó con mirarlo, entonces en esa mirada estaba toda la lección que un chico de 18 años puede aprender: el fútbol no perdona la arrogancia sin respaldo.

Así que sí, habló antes del Clásico.
Ahora, habla tú, Lamine. Pero que sea en el campo.

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Alejandro Sánchez

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